Hoy en Torrelavega se toman muchos cafés. El problema no está en los cafés, sino en el pasteleo escandaloso que se traduce en jugosas facturas y en auténticas «lluvias doradas» de dudosa moralidad y cuestionable legalidad.
En el amiguismo, y en la voracidad acaparadora de algunos canales, radica la sensación de «saqueo» a las arcas públicas. Ese «saqueo» se basa únicamente en el amiguismo y deja fuera las razones objetivas de calidad pues ha quedado claro que, con la mediocridad por bandera, los amigos del pasteleo han demostrado que sus capacidades profesionales y laborales son muy justitas. Facturan solo por amiguismo.
Llama bastante la atención que algunos eventos, que cuestan a razón de una media de 10.000 euros por cada edición del sarao, son de acceso restringido exclusivamente por invitación, y están cerrados a la ciudadanía en general.
Así, el ciudadano se convierte en el que paga la fiesta, pero no puede ir a disfrutarla. «Todo para el pueblo, pero sin el pueblo», se decía en el despotismo ilustrado.
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