Por Manuel Haro Alcalde
La historia se repite. Y lo más lamentable no es que sean los mismos que, en algunos casos, es posible. Lo malo es que los «herederos» de quienes acostumbran a divertirse destrozando lo que les place, siguen el deplorable camino de la destrucción. Un «hobby» que, probablemente, les devuelva a sus casas con la satisfacción del deber de diversión cumplido. ¡Ya les vale!
Dicen que los niños (en estos casos, no tan niños), son el reflejo de lo que ven en casa. Pero es verdad que muchos se escapan de las manos de sufridos padres que hasta llegan a desconocer en qué se «entretienen» sus retoños, cuando de rondar las noches se refiere.
Cuesta mucho entender la manera de «disfrutar» que tienen todos esos miserables que no conocen más camino que los destrozos y lo que ello supone en gastos, disgustos y contratiempos en general.
Da la sensación de que están implorando una jaula en Cabárceno. Lo que pasa es que, a la vista de sus comportamientos, los propios «residentes» de la finca les pondrían en aprietos a la hora de superar los preceptivos controles de inteligencia. Aún así, de no cambiar algunas pautas de comportamiento, esas «aves nocturnas» deberían inscribirse en una lista de espera, porque de momento y a pesar de tanto cafre, Cabárceno sigue sin ampliar.
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