EDITORIAL -. Los execrables actos de vandalismo, como romper el cristal de una marquesina del Torrebús, quemar papeleras o contenedores, entre otros, van mucho más allá del simple gamberrismo adolescente. Son actos de máximo desprecio a la propiedad pública y hacia las más elementales normas de educación.
La educación, precisamente, es la clave para erradicar estas conductas antisociales. Hay que hacer entender al vándalo que romper una papelera o cualquier otro mobiliario urbano, no es gracioso, ni tampoco es un acto de rebeldía antisistema. Es puro vandalismo, porque la rebeldía social se puede canalizar por otros medios, sin necesidad de dañar las arcas públicas con los constantes destrozos de mobiliario urbano.
Además, la imagen pública de la ciudad también está en juego: si permitimos que los vándalos campen a sus anchas, las calles de nuestra amada Torrelavega tendrán un mal aspecto, por lo que debemos implicar a todos los agentes sociales para evitar que los vándalos destrocen nuestras calles.
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