Un proverbio aconseja ser ‘flexible como un junco’ pero firme como una roca, y quizá esa puede ser una lección aprendida en recientes y graves conflictos laborales, como el de Sniace en Torrelavega. Si ambas partes, o una de las dos, se cierra en banda y no acepta negociar ninguna propuesta, no hay avance posible, es imposible negociar.
Si, en otro ejemplo distinto, tomamos como punto de partida un mercado, si el mercader dice que una calabaza vale 20 euros y nosotros decimos que vale 10 y seguimos repitiendo los mismos esquemas, no se avanza nada.
Ser flexible, o por lo menos atento a las propuestas, debería ser una condición necesaria para ser negociador. A veces nos jugamos mucho por culpa de la cerrazón.
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