Nuestro sistema económico está perverso. Cuando una persona o familia tiene problemas, el sistema en su conjunto presiona para su total hundimiento. Solo la solidaridad entre iguales ayuda en ocasiones a calmar la presión de un frío sistema creado a espaldas de la justa moralidad.
Podrido desde la raíz de la propia concepción del sistema basado en las finanzas y no en las personas, están llegando los dramáticos momentos que tenemos la obligación moral de evitar. Son dramas que podemos y debemos evitar si queremos frenar la debacle moral en la que España está inmersa desde hace años.
Es intolerable que España todavía no haya aprobado normativas valientes para la protección de las personas frente a los sistemas financieros, frente a una voracidad insaciable y, además, absurda con la intención de acaparar propiedades…y almas.
¿Para qué quiere un banco tantos pisos vacíos? Estudios recientes desvelan, además, que la inmensa cartera de viviendas propiedad de los bancos acumula enormes deudas con las comunidades de vecinos. Los bancos no pagan ni la escalera. Los bancos crean pobreza, crean pobres y personas que quedarán para mucho tiempo fuera del sistema. Los bancos crean a los antisistema.
La sociedad tiene una deuda moral con los desfavorecidos. Y los desahucios deben frenarse en este mismo momento, porque no tienen ningún sentido económico y porque, en un alto porcentaje, son tremendamente injustos y añaden más presión a la mala fortuna de las personas que han tropezado en la vida.
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