Por Elena Hernández Lauffer
{xtypo_dropcap}D{/xtypo_dropcap}ícese de esas personas que a diario pasan por tu lado creyéndose poco menos que Cleopatra en el Antiguo Egipto. Aquellos que curiosamente parecen no haber sido gran cosa en la vida y aprovechan la oportunidad que les ha dado algún tonto falto de neuronas para, el poco poder que ostentan, desplegarlo humillando a todo aquel que por contar con inferioridad categórica pueden ser ridiculizados o aprehendidos pues sabido es que visto la que está cayendo se van a contener y a aguantar para no verse de "patitas" en la calle.
Dícese de esas personas que disfrutan si ven a otros compañeros tensos, nerviosos y asustados, sobre todo asustados. Ahora, habría que preguntarse por qué las empresas suelen elegir a este tipo de sujetos despóticos para ocupar posiciones privilegiadas porque visto que abundan claro está que no son casualidad.
La respuesta parece clara aunque no por ello deje de ser escalofriante. No interesan los jefes comprensivos capaces de dejar que el "obrero" piense, opine, reclame y sepa de sus derechos porque aún hoy día siguen presentes en todo tipo de empresas " la "cultura del silencio" y "la timidez del pobre" conductas tan típicas de la opresión de antaño por mucho que nos encontremos en el S XXI.
Si es condición ‘sine qua non’ ser déspota para el ascenso profesional sepan que compiten con uno menos.
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